martes, 14 de junio de 2011

Probando espero



Con el andar del otoño el frío se fue intensificando. En las puertas del invierno, el paisaje de Yungo fue cambiando por completo. Con días menos luminosos y suelo más húmedo, las jornadas de trabajo también comenzaron a modificarse. La estación del año sugiere movimientos acordes, con menos pausa durante el día para aprovechar las horas de sol y un descanso más prolongado al lado del fuego durante la tarde noche. Para ese fin de semana teníamos como objetivo principal concluir una tarea hasta el momento hecha por partes: las pruebas de barro.
Si bien cuando llegamos había sol a cielo abierto, los vientos que venían del río trayendo nubes nos sugerían que en el transcurso del fin de semana la lluvia se iba a dar una vuelta. Nos pusimos las botas, reforzamos el abrigo, ganamos temperatura interna con unos mates, y para ir tomando ritmo nos pusimos a trabajar con las acacias de la entrada. Teníamos pendiente rellenar con tierra las circunferencias que habíamos dejado para el riego durante el transplante.
Después hicimos una pausa breve para comer algo y retomamos la actividad con los pozos para las pruebas. Esta vez nos organizamos mejor, y probamos tierra de los lugares donde vamos a hacer las excavaciones más profundas:: para el estanque, y para la pileta. También extraímos tierra a distintos niveles para poder ensayar más combinaciones. En el momento de hacer las mezclas, también agregamos arena y entre las diferentes combinaciones obtuvimos 20 pruebas. Todas ellas quedaron secándose, apoyadas sobre una superficie de madera y próximamente vamos a seleccionar las mejores en los rubros: reboque grueso, reboque fino.
Noche fría otra vez, que brotando por lugares indescifrables vencieron las alfombras y aislantes. A la mañana nos desayunamos con un lindo chaparrón que se mantuvo por unas horas y nos obligó a refugiarnos en el galpón. Antes de irnos, nos visitaron Natalia y Florencia, estudiantes de cine que próximamente van a filmar una parte de su película en Yungo. Nos alegra mucho su interés por un poblado tan lindo como Verónica y en particular por los paisajes del terreno. También fue un gusto escuchar la intención del equipo de trabajar reduciendo de la mayor manera posible el impacto de la producción. Así, todos contentos.

miércoles, 1 de junio de 2011

La Era de la caña



Pasaron las jornadas con lluvia y la llegada del invernadero era inminente. Sin embargo, mientras pensábamos que esa tarea iba a ser la única protagonista del fin de semana, se dio lugar a algo inesperado.
Como una pista de lo que se avecinaba, camino a Yungo nos encontramos con una zona plagada de cañas comunes que invitaban a ser recolectadas. Por suerte, esta vez contábamos con la camioneta de Gastón, un amigo con mucha experiencia en construcción natural, que hasta el momento no había podido viajar a Yungo.
Al llegar, mate mediante, delimitamos la zona del invernadero y nos pusimos a trabajar con los pozos. La tarea nos llevó toda la mañana, y la continuamos a la tarde, después de unas ricas tartas y un descanso corto para aprovechar al máximo la luz del día. Una vez que terminamos con los pozos, apisonamos los postes y dejamos todo listo para colocar los tirantes del techo el día siguiente. Esta vez, el tamaño del fuego fue directamente proporcional al frío que iba surgiendo. Aunque todo el cansancio del día se recompuso con un guiso de verduras delicioso que nos dejó listos para un gran descanso bajo el roble, con sus hojas recreando el sonido del agua.
A la madrugada Gastón nos despertó con un fueguito, mate bien caliente y la propuesta de ir a buscar más caña por la zona, para ir acopiando y para reconocer en qué lugares podemos conseguir con frecuencia, y empezar a usarla para construir con materiales que son de la zona. Mientras estábamos camino a Punta Indio, volvimos a encontrar una zona con caña común y nos detuvimos a juntar un poco. Sin embargo la sorpresa vino más adelante, cuando encontramos caña tacuara, una caña muy resistente, que efectivamente nos permitiría prescindir de mucha madera. Lo mejor de todo fue que conseguimos llevar algunas cañas con raíz, para poder plantarlas en el terreno y empezar a generar una producción propia.
Contentos con el resultado de la expedición, volvimos al terreno y nos pusimos a trabajar en los tirantes del invernadero y así dejar listo el esqueleto para recubrir con plástico la próxima jornada. Finalmente quedó tiempo para un almuerzo rápido, y una vuelta entusiasta, ya pensando como van a ser nuestras próximas construcciones con caña.